El 18 de junio de 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que sacaría la “transexualidad” (un término que nació en la psiquiatría, y por ende que es patologizante según muchos activistas trans) de la sección de “trastornos mentales” de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). Después de décadas de activismo, esta acción fue aplaudida por activistas trans en todo el mundo. Sin embargo, la medicalización de las identidades trans y la comercialización de la salud en muchos países del mundo hicieron que la OMS —en vez de sacar las identidades trans del todo— las incluyera en su lista de “condiciones de salud sexual”. Esto porque, aunque las personas trans ya no se clasificarán como “enfermos” o “trastornados mentales” en base a sus identidades de género, el proceso de transición física (terapias hormonales, cirugías, apoyo de salud mental) hace fundamental el acceso al sistema de salud. En países como los EEUU, donde hasta los seguros privados se niegan a prestar cobertura frente a cualquier costo que no sea “médicamente necesario”, sacar completamente las identidades trans de los manuales de salud como la CIE arriesgaría con privar a las personas trans del acceso a la salud que necesitan. Es por eso que muchos activistas trans ven esta relación complicada con la ciencia médica, por el momento, como un mal necesario en la lucha por la despatologización de las personas trans.
En Chile, donde los activistas trans han pasado una década luchando por el reconocimiento básico bajo la ley, la decisión de la OMS se recibió con alegría en el marco de junio, mes mundial del orgullo LGBTQIA. La decisión de la OMS llega a Chile en un momento en que su proyecto de Ley de Identidad de Género —que ya lleva más de 5 años debatiéndose y postergándose en el Congreso— parece estar a punto de aprobarse, a pesar de la elección reciente del presidente derechista Sebastián Piñera, con apoyo significativo del sector evangélico.
Cambios de táctica
La decisión de la OMS es quizás aún más importante en la esfera pública. Con el progreso del proyecto de Ley de Identidad de Género, la batalla sobre los derechos trans —sobretodo de niñes— se ha convertido cada vez más en una batalla entre la autoridad científica y el poder de los sentimientos y las experiencias personales. Históricamente, los activistas de ambos lados de la polémica, en diversos momentos se han apoyado en el lenguaje de la ciencia para respaldar sus posturas respectivas. Los activistas trans han argumentado que las personas nacen trans, mientras las voces anti-trans alegan que nuestros cromosomas determinan nuestras identidades y que la llamada “ideología de género” es la que convence a les niñes a ser trans. Es sorprendente que los argumentos científicos en contra de la inclusión de les niñes y adolescentes en la ley suelen hacerse desde la bancada evangélica, grupo que históricamente no se había apoyado en la evidencia científica para avanzar su agenda. Aunque Chile sigue siendo un país mayoritariamente católico, los evangélicos se han ganado un espacio significativo en el país y por toda América Latina, llegando al continente con las agendas políticas de sus iglesias estadounidense, como sus posturas anti-LGBTQIA, su oposición tanto al aborto como al control de natalidad, y la negación de consensos científicos básicos como el cambio climático y la evolución.
En el último año, durante el período más intenso de debate sobre la ley en el Congreso chileno, los activistas anti-trans se han aliado cada vez más con miembros de las comunidades médicas y científicas para expresar su postura. Con el apoyo político clave de miembros de los partidos derechistas —notoriamente Pía Adriasola, esposa del ex diputado de extrema derecha José Antonio Kast— estos activistas han logrado entrar tanto a las sesiones públicas como las privadas, a veces incluso hablando antes o en el lugar de los representantes de las organizaciones trans. Así fue el caso de Francisca Ugarte, pediatra y endocrinóloga invitada por activistas anti-trans, quien sugirió que la población trans sería tan insignificante como 1 persona de cada 5 millones. Esta cifra da a entender que la población trans en Chile sería de entre 3 y 4 personas en todo el país. Si bien esto nos puede resultar irrisorio —había por lo menos 10 personas trans en la sala con ella— también cabe destacar que tiene consecuencias reales y nefastas.
Los títulos académicos se respetan mucho en Chile. No nos debe sorprender, entonces, que las credenciales de la Dra. Ugarte le permitieran presentar datos claramente problemáticos como si se tratara de un hecho innegable ante el Congreso. Otros activistas anti-trans han citado estudios universalmente rechazados, que sufren de falencias metodológicas obvias, como la inclusión de niños con una expresión de género no normativa que no alcanzaba la definición médica de “trans” en una muestra exclusiva de niñes trans (Drummond, Bradley, Peterson-Badali, & Zucker, 2008) y la inclusión de niñes que no completaron el estudio (aproximadamente la mitad de la muestra) como evidencia de que estes niñes habían “desistido” de su transición de género (Steensma, Biemond, de Boer, & Cohen-Kettenis, 2011). Para un análisis más detallado de estos estudios, pincha aquí. Sin embargo, este interés en el discurso científico es bastante reciente entre los activistas anti-trans. Estos mismos expertos omiten la gran cantidad de evidencia que avala el apoyo de la identidad de género de les niñes desde temprana edad, demostrando la maleabilidad del método científico, a pesar de su reputación de objetividad (Durwood, McLaughlin, & Olson, 2017).
Del sentimiento a la ciencia
En julio de 2017, una de estas activistas anti-trans, Marcela Aranda, también madre de una niña trans, trajo el llamado “Bus de la Libertad” —que previamente había visitado varias ciudades europeas— a las calles de Santiago. El bus naranjo fluorescente decía “#ConMisHijosNoSeMetan” y “Nicolás tiene derecho a un papá y una mamá”, haciendo referencia al libro infantil “Nicolás tiene dos papás”, publicado por el grupo LGBTQIA Movilh. A diferencia de la versión europea del bus, cuyos costados declaraban “Los hombres tienen pene, las mujeres tienen vulva” y “Nacimos XX o XY”, la versión de Aranda no hacía referencia alguna a la ciencia, prefiriendo apelar a los sentimientos de su base, e ignorando la diferencia entre identidad de género y la orientación sexual. Claramente, Aranda quiso generar una respuesta sentimental entre el público que viera el bus. Sin embargo, menos de un año después, estas mismas fuerzas anti-trans se pararon delante del Congreso argumentando sobre la base científica del sexo biológico (descartando a las identidades intersex como excepciones), mientras las fuerza pro-trans han preferido usar argumentos sentimentales, apelando al derecho de les niñes de definir sus identidades, sin importar lo que digan ciertos profesionales médicos y psiquiátricos.
Curiosamente, a medida que las fuerzas anti-trans se han apoyado en una ciencia dudosa ante el Congreso, las organizaciones trans han empezado a hacer lo contrario. Aunque no han abandonado la retórica de “Born this way” (nacido así) que ha prevalecido en el movimiento LGBTQIA global durante la última década, cada vez más recurren también a otras formas de argumentación. Organizaciones como OTD Chile y Fundación Selenna han adoptado una táctica basada en el marco de los derechos humanos, evitando la polémica “se nace o se hace”, prefiriendo apelar al “derecho a la identidad,” protegido por la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada por Chile.
Es más, como se puede apreciar en esta publicación de la cuenta de Facebook de OTD Chile, este llamado a respetar los derechos humanos universales también apela al sentimiento maternal, una de las tácticas preferidas por activistas anti-trans. El discurso científico, hace poco una estrategia común para activistas trans, brilla por su ausencia, reemplazándose con narrativas personales sentimentales, videos con música emotiva y el llamado a la empatía. Aunque todavía no está totalmente clara la razón de este intercambio de tácticas, lo que sí se hace cada vez más evidente es que la Ley de Identidad de Género parece estar destinada a convertirse en ley más temprano que tarde.
Un día memorable
El mismo día que empecé a escribir esta publicación, la Comisión Mixta —una comisión de senadores y diputados que se encarga de llegar a un acuerdo entre partidos políticos para la aprobación de la ley— incorporó a niñes y adolescentes trans en el proyecto de ley, con ciertos reparos. Sin duda, esto volverá a enfurecer al movimiento anti-trans, quienes se habían calmado un poco después de que se sacara a les niñes y adolescentes hace algunos meses. Aún queda por ver cuál será el impacto que tendrá la decisión de la OMS en el movimiento trans chileno. Por un lado, la despatologización de las identidades trans sigue siendo una meta importante para activistas trans en Chile y en todo el mundo. Por otro lado, a medida que los activistas trans se alejan de la argumentación científica, y que sus adversarios la adoptan, es imposible predecir como podrán cambiar nuevamente las estrategias de ambos lados. Aunque los activistas trans han celebrado la decisión de la OMS, ellos —en conjunto con la gran mayoría de la comunidad científica— siempre han sabido que las identidades trans no representan ninguna patología. Sin embargo, es posible que las fuerzas anti-trans, quienes hace poco habían adoptado el lenguaje de la autoridad científica, tengan que volver a replantearse su estrategia, ya que tanto el consenso científico como la opinión popular los apoya cada vez menos.
Con o sin el apoyo de la comunidad científica, las personas trans —y les niñes trans— existen, y es fundamental que los gobiernos del mundo garanticen sus derechos y libertades; su reconocimiento es solo un paso crucial entre muchos en el camino hacia los derechos trans. Aunque cabe destacar que la lucha por la despatologización trans continúa, Débora Fernández, activista trans chilena, resumió la importancia de la decisión de la OMS en una publicación de Facebook.
Aunque se haya cumplido el deseo que Débora le contara a su almohada, por lo menos parcialmente, al sacar a la “transexualidad” de la CIE, queda mucho trabajo por hacer. Si bien desconocemos cómo terminará la historia del proyecto de Ley de Identidad de Género, el cambio repentino de táctica de las fuerzas anti-trans puede señalar un golpe desesperado para brindarle credibilidad a un movimiento que va perdiendo fuerza. Gracias al trabajo constante de activistas en todo el mundo, los derechos trans se han puesto en la palestra tanto en Chile como en el resto del mundo y, a pesar de los retrasos que puedan venir, parece claro que hay muchos días memorables por venir.Revisión de la versión en español por Noah Pozo