Pensar, escribir y publicar desde Latinoamérica conlleva importantes retos, especialmente para los investigadores más jóvenes. El trabajo académico está atravesado por diferentes tipos de asimetrías; pero si a ello sumamos la centralidad del idioma inglés y la predominancia de perspectivas teóricas del norte global, el panorama se vuelve aún más desafiante. Frente a esta situación, han surgido proyectos que consideran la publicación como una intervención a las políticas del conocimiento que puede desestabilizar dichas asimetrías y contribuir a la consolidación de prácticas más horizontales. Un ejemplo sería Tapuya: Latin American Science Technology and Society, una revista internacional que conecta conversaciones entre el norte y el sur global, ayudando a sus autorxs a navegar la complejidad de diferentes idiomas y tradiciones de pensamiento crítico.
En esta ocasión tuvimos la oportunidad de platicar con Vivette García-Deister, la editora en jefe de esta revista. En esta entrevista, ella nos contó por qué considera que la edición académica es un trabajo de servicio, en qué sentido ciertos procesos editoriales —como la lectura cuidadosa, la revisión y la retroalimentación— pueden ayudar a lxs autores jóvenes a robustecer teórica y metodológicamente sus textos y por qué la publicación puede ser una forma de esperanza.
Karina Aranda: Hola, Vivette. Muchas gracias por aceptar esta invitación a conversar. En el medio STS eres conocida por tus líneas de trabajo etnográfico, principalmente por tus investigaciones sobre genética y ciencia forense, pero también eres editora. A mí me parece que tienes una visión muy valiosa sobre los procesos de escritura y la edición académica. La idea de esta entrevista es conversar acerca de esa visión y que nos cuentes un poco de tu trabajo como editora en Tapuya. Empecemos con la primera pregunta, ¿cómo llegas a ser editor in chief de uno de los journals más importantes de STS en Latinoamérica?
Vivette García Deister: Hola, Karina. Yo sabía de la existencia de este proyecto, primero como lectora, y más tarde como dictaminadora. Tapuya me parecía un proyecto interesante, porque se trataba de una apuesta por hacer visible el trabajo de América Latina a nivel global. Recibí correos de Sandra Harding invitándome a enviar publicaciones, a reseñar libros. Cuando se lanzó la convocatoria para reclutar a una siguiente editora o editor en jefe, lo conversé con varias personas involucradas en la fundación de la revista. También, a través de 4S, que es una de las asociaciones a las que está afiliada Tapuya (la otra es ESOCITE), escuché muchos debates sobre la creación de infraestructuras del conocimiento a través de proyectos editoriales, en los que participaron Kim Fortun, Leandro Rodríguez-Medina y la propia Sandra Harding. A través de estos intercambios fui conociendo desde un punto de vista más reflexivo y epistemológico cuál es la importancia de este tipo de proyectos. Eso me motivó a participar en la convocatoria. Y bueno, fui seleccionada.
KA: Muy bien. ¿En qué consiste tu trabajo en Tapuya?, ¿cuáles son tus principales tareas? y ¿cuáles son los desafíos que estas tareas conllevan?
VG: Creo que mi trabajo como editora consiste en animar conversaciones, propiciar un diálogo entre distintas tradiciones epistémicas. Para eso tengo que poner atención a los temas que se están discutiendo, por ejemplo, en foros online, congresos, conferencias y otras publicaciones STS. Desde Tapuya hacemos una curaduría de las conversaciones que nos parecen relevantes, originales e interesantes.
Hay un reto en hacer explícita la relevancia del conocimiento que se produce en América Latina a nivel global. Buscamos hacer visible el trabajo de autores en muy distintas etapas de su carrera, desde estudiantes de posgrado hasta investigadoras consolidadas. Orientamos a las autoras para hacer sus intertraducciones lo más generativas posible (es decir, versiones en inglés de sus textos que no pierdan las especificidades locales). También organizamos un sistema de revisión por pares que incluye revisores del norte y del sur global.
KA: ¿Cómo describirías tu propia posicionalidad dentro del panorama global de la publicación académica? ¿Qué implica para ti ser una editora que trabaja desde Latinoamérica? Me pregunto si consideras que te da alguna perspectiva particular el lugar en el que te encuentras y cómo influye eso en tu visión sobre el trabajo editorial en los STS.
VG: Yo me eduqué en una universidad pública en México, en la UNAM. Pero al mismo tiempo estando acá, tuve mucha exposición a la academia del norte global. Participé desde muy temprano en diferentes sociedades internacionales y, ya haciendo el doctorado, hice estancias de investigación en instituciones de Estados Unidos y Europa. Esto yo creo que me aportó una formación híbrida, ornitorrinquesca, en la que se combinaron lenguajes y también disciplinas, como la biología, la historia, la filosofía y la antropología. Pero continúo teniendo los pies firmemente plantados en México. Hay una posicionalidad de México frente al resto del mundo. Es decir, geográficamente, México es parte de América del Norte, pero geopolíticamente es un país muy cercano a Centro y Sudamérica, lo cual también le confiere esta posición interesante. Y yo creo que todo ello ha contribuido a mi manera de ser editora de Tapuya.
Este es un buen momento para ser editora, porque hay un ethos de colaboración compartido entre muchas revistas en este momento. Ha habido una renovación de los editores y de los colectivos editoriales de Science Technology and Human Values y Social Studies of Science, que son dos de las revistas, digamos, más canónicas y longevas del campo. Hay nuevos journals, o relativamente recientes, como East Asian Science Technology and Society, Engaging Science Technology and Society, la misma Tapuya, hay journals en español como REDES, CTS… está Manguinhos (en Brasil). Hay una masa crítica de personas que consideramos que el trabajo editorial es indispensable para hacer buen trabajo académico, que este no se reduce al número de publicaciones que salen al mundo. Hay muchas mujeres en estos colectivos, está también Catalyst, por supuesto. Se está volteando a ver a otros lugares y a otras personas para participar en esta labor de curaduría y de conversaciones mucho más que antes. También hay revistas de antropología, como Cultural Anthropology, que ahora hace publicaciones bilingües.

Presentación de libro en Centro Cultural Universitario, UNAM, Ciudad de México. 23 de abril de 2023. Imagen de la autora.
KA: Hablando de otras lenguas, quisiera saber ¿qué representa para ti pensar, escribir y editar en torno a temas, metodologías y problemas de Latinoamérica en el in between que se abre entre diferentes lenguas, principalmente, el español, el portugués y el inglés? ¿Qué posibilidades descubres en estos tránsitos, intercambios y traducciones?
VG: Cuando terminé el doctorado empecé a publicar y me percaté de que hay una tensión para quienes vivimos en América Latina. Por un lado está el interés, y un poco la necesidad, de publicar en inglés; pero eso supone dejar de dialogar con nuestros pares en español. Hay una pérdida de algún modo ahí. Pero si no publicamos en inglés, también dejamos de participar en conversaciones. Muchas de las revistas en las que uno quiere publicar, o que tienen cierto prestigio y mayor distribución, están en inglés. El proyecto de Tapuya se percata de esa problemática y ofrece una opción: “sigue pensando en español o en portugués, pero publiquemos en inglés para que se conozca más tu trabajo”. Es un trabajo de calibración de lenguaje que hacemos todo el tiempo al producir conocimiento.
KA: Sí, editar es un trabajo curatorial. Recuerdo que tienes un texto publicado en Tapuya, un texto editorial que abre el Volumen 8, que se llama “In the Service of Hope”. En ese texto tú describes el trabajo editorial como una práctica de servicio y de cuidado. ¿Podrías platicarnos un poco más sobre eso?
VG: Tapuya ofrece retroalimentación editorial a las autoras antes del envío y durante el proceso de publicación. Pueden consultarnos en español o portugués, antes de enviar su trabajo, y pedirnos recomendaciones para asegurar que se ajusta a la línea editorial y al ámbito de la revista. Se trata de un trabajo de lectura y desarrollo editorial que implica un enorme compromiso para que las ideas generadas por nuestras autoras sean transmitidas con la mayor claridad posible, sin aplanarlas, sin homogeneizarlas y, al mismo tiempo, haciéndolas legibles para audiencias globales.
A lo largo del proceso editorial, una vez revisados los trabajos, también ayudamos a las autoras a interpretar los dictámenes para aclarar qué se les está sugiriendo y cuál sería la vía de revisión más conveniente para su trabajo. O cómo tratar los datos empíricos para que reflejen la potencia del trabajo de las autoras. También hay que velar por la procedencia de los datos empíricos, para demostrar que existe una estructura ética, una garantía de que estamos publicando algo que se ha hecho correctamente.
Esta lectura cuidadosa y retroalimentación es un trabajo voluntario. Al mismo tiempo es un trabajo en equipo, porque trabajo en la oficina editorial con varias personas, en su mayoría mujeres; con editores asociados y editoras, con un editorial board, un advisory board internacional y un senior advisor en Estados Unidos, a quien consulto frecuentemente. Aunque soy la responsable, me apoyo en este grupo editorial extendido con el que contamos.
KA: Un trabajo muy interesante. ¿Hay algo más que te gustaría compartir para el público de Platypus? Sobre tu trabajo y tu visión de los STS.
VG: Bueno, en el texto que mencionaste hablo de servicio y cuidado editorial, pero hay otra palabra importante ahí que es esperanza. Cuando arrancó este año, pintaba para ser terrible en todos los niveles. Como digo en esa editorial, empezamos con ecocidio, genocidio, incendios, recortes presupuestales, políticas absurdas que están impactando económicamente a todos los países, no solo al sur global, de formas concomitantes y amplificadas.
Entonces, me costó mucho trabajo escribir ese texto. De hecho, se publicó bastante tarde en el año, como al tercer mes. Pero me agarré de una experiencia de vida que tuve al inicio de año que me dio mucha esperanza, que fue visitar un vivero donde se hacen trabajos (en algún sentido, muy sencillos y de pequeña escala) de cuidado y de reforestación. Me hizo pensar: hay que asirse a algo de esperanza, porque si no, de qué se trata producir estudios de ciencia y tecnología que solamente denuncian o critican, si no se pueden ofrecer otras formas de ser y estar en el mundo.
Y pues trasladando esto al trabajo de Tapuya, que ya decíamos que es de servicio, pues está al servicio de autores y de lectores, también está al servicio de la esperanza, de que podamos hacer STS esperanzados. Bueno, habrá que trabajar mucho esa idea todavía. ¿Qué significa hacer STS esperanzados? Tú y yo, Karina, lo hemos estado platicando un poco. Hay que agarrarse a eso.
KA: Muchísimas gracias por aceptar esta entrevista, sigamos conversando.
VG: Gracias a ti.
La edición de esta publicación estuvo a cargo de Karina Aranda Escalante.
Referencias
García-Deister, V. (2025). In the service of hope. Tapuya: Latin American Science, Technology and Society, 8(1), 2472501. doi.org/10.1080/25729861.2025.2472501.