“Cuando recién empecé como a averiguar todo el tema (trans), yo partí por YouTube. Entonces yo veía puros documentales de niños trans, y de repente llegué ya a jóvenes trans”. Sentado en el salón de la casa de sus padres en las afueras de Santiago de Chile, días antes de hacerse una doble mastectomía en junio de 2016, Noah me contó una historia que volvería a escuchar, con poca variación, a lo largo de mi trabajo de campo. Siguió: “La verdad es que la realidad era súper distinta, porque la mayoría era de Inglaterra o Estados Unidos, pero ya veía, por lo menos, como que se puede empezar a los 20, a los 19, como yo”. Después de una adolescencia de no saber dónde encajaba, Noah había encontrado una comunidad global de gente como él con un simple ‘clic’ del ratón.
En Chile, donde el proyecto de Ley de Identidad de Género ha pasado ya cuatro años [estancado] en trámites y comités, las personas trans disfrutan de escasa protección bajo la ley (Miles 2013), y el sistema de salud generalmente no ofrece cobertura para los servicios específicamente destinados a la comunidad trans. Cuando a esto se le suma la creciente disparidad entre los sistemas público y privado de salud y la realidad de las clases medias y obreras en Chile, el camino hacia la transición de género —que incluye, entre muchos otros pasos, visitas al endocrinólogo y al siquiatra, inyecciones de hormonas, intervenciones quirúrgicas y costos legales— llega a parecer casi imposible a la mayoría de gente trans en Chile. Aunque en los últimos años han surgido varias ONGs para ayudar a aquellos que quieren transitar, muchos chilenos trans se sienten aislados e inseguros de cuál debería ser su próximo paso. Y acuden a las redes sociales.
Noah sentía que había encontrado una nueva comunidad online en YouTube, pero no debemos olvidar que ello no habría sido posible sin su alto nivel de inglés –algo que no es común entre el chileno medio. “Yo decía, para mí bacán porque yo entiendo casi al cien el inglés. Pero yo sé que muchos otros no entienden. Entonces yo estuve mucho tiempo buscando, y encontré solo un chico trans, que era un mexicano. Y era como lo más cercano, porque por lo menos hablaba español, era pobre, tenía que trabajar para pagarse los estudios, y se pudo operar igual. Entonces ahí surge la idea de grabarme”. El deseo de Noah de hacer sus propios videos refleja una falta de visibilidad de realidades trans producidas por gente trans del sur global. Tomando en cuenta la importancia de estas tecnologías para personas trans jóvenes y aisladas —quienes muchas veces descubren a través de internet que existen otras personas como ellas— esta deficiencia es importante, y muchos dentro de la comunidad trans en Chile se están haciendo cargo de ella.
No me identifico como hombre, no me quiero ver como hombre, entonces, ¿qué soy?
Aunque en Chile, como en Estados Unidos, los temas trans han adquirido un nuevo nivel de visibilidad durante los últimos cinco o diez años, el chileno cisgénero promedio (y también el estadounidense) no sería capaz de [hablarle a/hablar con] una persona trans sobre sus experiencias específicas. Y aunque los activistas trans en Chile han tenido mucho éxito en incorporar sus plataformas al discurso público, la idea del público general de “un hombre que quiere ser mujer”, o viceversa, deja mucho que desear. Se basa en una idea rígida del binario del género, que es especialmente difícil de cuestionar en Chile, donde el machismo rige como una fuerza social importante (Olavarría y Moletto 2002). De a poco, el chileno promedio parece estar algo más cómodo con la transición de un género fijo al otro, pero cualquier amenaza hacia el binario en sí sigue inspirando confusión y rechazo. Esto se hace aún más claro en el proyecto de Ley de Identidad de Género, que —si finalmente se aprueba— apoyaría de forma legal la transición de género, pero solo entre las categorías de hombre y mujer.
Sin embargo, Noah tituló su canal de YouTube “Female to Noah”. Aunque muchas veces ocupa pronombres masculinos, Noah se identifica como transmasculino no binario —es decir, ni hombre ni mujer, pero hacia el lado masculino del espectro— opción que ni siquiera sabía que existía antes de ver un video en YouTube. “Cuando buscaba en YouTube, igual me pasaba eso de que yo, pucha, yo no me identifico como hombre, yo no me quiero ver como un hombre, entonces, ¿qué soy? Hasta que de repente encontré un video de unos gringos que eran dos chicxs, que habían sido asignados mujeres, y dijeron que se identificaban como transmasculino no-binario. Y yo así, ¿qué?” Este fue un momento clave para Noah. Aislado de otra gente trans durante su infancia, fue YouTube lo que por fin le proporcionó un nombre para lo que siempre había sentido que era. El hecho de tener por fin un nombre para su identidad le dio tanto una subjetividad política como un camino a seguir, y empezó a cambiar su exterior para mejor reflejar su interior: no una mujer; masculino, pero no un hombre.
El dónde y cuándo de los cuerpos trans online
Aunque parezca extraño, el uso trans de las redes sociales está íntimamente vinculado con el cuerpo. En vez de reducir el cuerpo a una mera abstracción, un cuerpo detrás de un teclado o delante de una cámara, mis interlocutores usan las capacidades de las redes sociales para ocupar y realizar identidades encarnadas, incluso con celulitis, cicatrices y drenajes quirúrgicos. Registran sus transiciones, prestando suma atención a los folículos de sus barbas nacientes, o a la casi imperceptible hinchazón de sus pechos tan añorados. Estos videos de transición son uno de los tipos más populares, casi arquetípicos, de actividad trans en las redes. Las especificidades de las redes sociales permiten que las personas trans creen archivos públicos vivos de sus transiciones, que consisten en videos que narran el proceso de asumirse como trans, las citas médicas, las inyecciones de hormonas y los controles regulares de progreso corporal. Es más, tienen un elemento pedagógico, ya que sirven como ejemplos para otras personas que están pensando en transitar o que están en los primeros pasos. Sirven, quizá sin pretenderlo, como un manual a seguir.
“NOAH//FTM Chile – 2 años en testosterona”
Aquí quiero hacer hincapié en el hecho de los que los interlocutores de este post son transmasculinos (femenino a masculino); esto no es casualidad. Las “normas comunitarias” de plataformas como Facebook y YouTube hacen casi imposible que las mujeres trans actúen de la misma forma online que los hombres trans. A medida que los pechos planos masculinos se convierten en mamas femeninas, las mujeres trans descubren que sus cuerpos ya no son aceptables para la vista pública, y muchas veces sus publicaciones son denunciadas, censuradas y borradas. Al contrario, mis interlocutores transmasculinos se encuentran con un nuevo sentido de autonomía corporal. Uno de sus deseos más comunes es “ir a la playa sin polera”. Estos mismos interlocutores ven que —después de sus mastectomías— ya no tienen que taparse los pezones en sus publicaciones de Facebook y YouTube, algo que facilita enormemente la producción de más contenido.
Este encuentro de tecnología y el cuerpo trans no solo exhibe los cuerpos trans. Conjura un tiempo queer que cuestiona abiertamente la temporalidad hetero y cisnormativa —es decir, una temporalidad que se basa en la supuesta normalidad de las decisiones de la gente heterosexual y cisgénero— y coloca el pasar del tiempo firmemente en el cuerpo trans (para una discusión mucho más amplia sobre este tema, véase el estupendo artículo de Tobias Raun [2015]). El comienzo de la transición empieza un proceso cuyo telos no está claramente definido. Los folículos del pelo, las glándulas mamarias y las quebraduras de voz (gallos) se convierten en cronómetros de facto, marcando con cada minúsculo cambio un paso adelante. El cuerpo, por su parte, es impredecible, mostrándose reticente a conformarse a las expectativas hegemónicas que se le exigen. No hay dos cuerpos que reaccionen de la misma forma ante las hormonas. Algunos tendrán o perderán una barba en cuestión de meses, mientras que la lotería genética puede privar a otros de la barba “masculina” o de la cara lampiña que tanto desean. Las redes sociales en sí se convierten en cronómetro y juez, preservando un archivo corporal de lo que era el cuerpo, y mostrando con ostentación en los cuerpos de los otros lo que el cuerpo de cada uno podría llegar a ser.
Sin duda, las redes sociales han cambiado la realidad de lo que es ser trans en Chile, y tal vez a nivel global. Sobre todo en el sur global, a medida que el acceso a Internet se hace cada vez más ubicuo hasta para gente con pocos recursos (Statista 2014), el acceso a las redes sociales se ha convertido en una herramienta vital para fines pedagógicos, para la creación de sujetos políticos y para la construcción de comunidades (Haynes 2016). Donde antes los jóvenes trans vivían muchas veces en silencio y con miedo, ahora pueden encontrar tanto comunidad como recursos en publicaciones de Facebook y videos de YouTube hechos en Chile y en todo el mundo. Sin embargo, estas mismas herramientas “emancipadoras” crean, fomentan y cosifican expectativas corporales y temporales hegemónicas que pueden resultar poco realistas y hasta dañinas. Las realidades que muestran destacan las disparidades raciales y de clase en el acceso al sistema de salud, las barreras lingüísticas que separan a la gente LGBTI del sur global de un movimiento mundial dominado por voces anglos, y las expectativas de género “aceptable” que perjudican a las personas LGBTI que no encajan en ellas por motivos de raza, clase o género no binario. No obstante, estas mismas fuerzas globales que permiten que un joven chileno trans vea un video británico ofrecen posibilidades tentadoras. El acceso a las redes sociales permite cada vez más a la comunidad trans chilena contar sus propias historias, oponerse al poder hegemónico y escribir un nuevo guión para los que vendrán después.
Nota de autor: Los interlocutores cuyos materiales se incluyen en este post han dado su consentimiento explícito, por lo que estoy muy agradecido. El pantallazo y su traducción son míos. También le agradezco a Víctor Giménez Aliaga su trabajo de editor para la versión en español de este post.
Referencias
Haynes, Nell. 2016. Social Media in Northern Chile: Posting the Extraordinarily Ordinary. London: University College London Press.
Miles, Penny. 2013. “ID Cards as Access: Negotiating Transgender (and Intersex) Bodies into the Chilean Legal System.” In Situating Intersectionality: Politics, Policy, and Power, edited by Angelia R Wilson, 63–88. New York: Palgrave Macmillan US.
Olavarría, José, y Enrique Moletto. 2002. Hombres, identidad/es y sexualidad/es : III Encuentro de Estudios de Masculinidades. Santiago, Chile: FLASCO-Chile : Universidad Academia de Humanismo Cristiano : Red de Masculinidad/es.
Raun, Tobias. 2015. “Archiving the Wonders of Testosterone via YouTube.” TSQ: Transgender Studies Quarterly 2 (4): 701–9.
Statista. 2014. “Active Social Media Penetration in the Americas 2014.” Statista.com. https://www.statista.com/statistics/214690/social-network-usage-penetration-of-the-americas-online-populations/.