Esta tarde, comencé a notar cada vez más imágenes, mensajes, y tuits de mis interlocutores en Santiago. Parecía que Santiago estaba en llamas y que los militares estaban en las calles. Imágenes de calles y puntos de referencia familiares ahora se sienten doblemente familiar, y la similitud con las imágenes que se tomaron en el golpe de estado en 1973 eran innegables. Una búsqueda rápida en google confirmó mis miedos; Piñera había declarado un estado de emergencia en respuesta a la protesta estudiantil del metro, que ya hubo muertes, desapariciones, y torturas, y que se había implementado un toque de queda. Cambiando a WhatsApp, envié mensajes frenéticos a mis interlocutores y mi antigua familia anfitriona para asegurarme de que estaban a salvo (Afortunadamente, lo estaban). Sin embargo, estaba claro que, incluso para activistas experimentados, esto se sentía diferente. Muchos recordaron recuerdos o imágenes icónicas del golpe de estado de 1973, preguntándose si la historia estaba a punto de repetirse. A medida que avanzaba el día, comencé a recibir mensajes por WhatsApp y Facebook con videos, grabaciones de audio, documentos, y enlaces con subtítulos como “guarda esto, están tratando de borrarlo”. Aunque no está claro a quién se refieren con “ellos” sobre el borrado, los chilenos han aprendido claramente-a un gran costo-la importancia de preservar activamente la evidencia de corrupción política, abuso militar y policial y violaciones de los derechos humanos.
Baird Campbell, apuntes 10/19/19
Ambos autores recibieron este tipo de archivos multimedia con mensajes similares, solicitandoles que guarden los archivos. Esas declaraciones revelan una ansiedad por preservar la memoria y por utilizar los medios de comunicación como un conducto para la preservación. Para muchos chilenos, los medios pueden ser tan frágiles como la memoria, con la misma probabilidad de desaparecer o borrados si no se guardan de manera cuidadosa. Para algunos, esto significa circulación fuera del país, lejos del alcance, de un gobierno en el que no se puede confiar. Los medios, entonces representan simultáneamente el miedo a eliminación, así como una fuente de esperanza para atraer la atención mundial. Aquí detallamos las formas en que los medios tienen un papel importante en las protestas chilenas actuales, no simplemente como una táctica de organización(como han afirmado los antropólogos en contextos globales que incluyen Las Vidas Negras Importan, La Primavera Árabe, y las protestas en Hong Kong), pero como un modo de preservación y atención en una pantalla mundial.
No son 30 pesos, es 30 años:
El domingo 13 de octubre, el ministerio de transporte de Chile anunció que el metro de Santiago aumentaría los precios en 30 pesos(aproximadamente 4 centavos USD). Con un salario mensual promedio en Chile de $450, como porcentaje de salario, este aumento de precio es equivalente al del trabajador estadounidense que de promedio paga más de $8.50 por viaje. En respuesta, los estudiantes comenzaban a organizar actos de evasión en toda la ciudad para combatir las tarifas de los metros. Pronto, la protesta se extendió más allá de los estudiantes, particularmente después de que los políticos hicieron comentarios mal calculados de que los trabajadores deberían despertarse más temprano para obtener precios fuera de las horas pico. Pero estas protestas no se tratan simplemente de un aumento de tarifas. Como atestiguan muchas hashtags y memes, no se trata de 30 pesos, sino de 30 años de desigualdad.
Los treinta años a los que se refieren los chilenos es el momento desde que Pinochet fue destituido en 1989, el término de su dictadura. Pero la historia realmente comienza en 1970, cuando Salvador Allende, un miembro fundador del Partido Socialista de Chile, fue elegido presidente del país. Con la coalición de la Unidad Popular detrás de él, obtuvo la victoria a pesar del apoyo secreto de los Estados Unidos a los candidatos que se alinearon con su oposición ideológica al socialismo durante la guerra fría . Un poco después de asumir el cargo, Allende comenzó a implementar reformas socialistas que provocaron las respuestas de los Estados Unidos, incluido un embargo a las importaciones de alimentos diseñado para iniciar los disturbios civiles y la oposición a Allende, su partido, y el socialismo en general. Cuando esos esfuerzos subversivos no tuvieron éxito influyendo la opinión pública, los Estados Unidos apoyó el golpe de estado militar del general Augusto Pinochet.
Pinochet es más conocido por su régimen brutal que se basó en la tortura y la ejecución o desaparición a más de 3,2000 chilenos, encarceló a 40,000 e incitó a más de 200.000 a huir del país. Pero estas tácticas fueron diseñadas al servicio de instalar el capitalismo de libre mercado en el país, y de hecho Chile se convirtió en el caso de prueba para las teorías económicas neoliberales del economista Milton Friedman. El gobierno desreguló los negocios, fomentó las importaciones, redujo los servicios sociales y privatizó los recursos naturales, la seguridad social, la educación y la atención médica, lo que resultó en una inflación en espiral al 374% y el desempleo aumentó del 3% al 20%.
Estas reformas crearon enormes disparidades económicas en el país, con las élites ganando riqueza y más del 45% de la población cayó por debajo del umbral de pobreza en 1988. Aunque el régimen de Pinochet fue derrotado en una elección democrática en 1989, las administraciones electas posteriormente han intensificado las reformas neoliberales a través de las exportaciones, y Chile sigue siendo uno de los países altamente desarrollados más desiguales del mundo.
A pesar de esta desigualdad, la infraestructura tecnológica de Chile ha seguido creciendo, permitiendo tener a la mayoría de los chilenos al menos algún acceso a la Internet, ya sea en sus hogares, en sus teléfonos o en espacios públicos como plazas, bibliotecas y centros comerciales. Como nos recuerda Eden Medina, el gobierno de Allende (1970-73) experimentó con una especie de proto-Internet llamada CyberSYN, dirigida a la comunicación directa con los ciudadanos, pero el proyecto fue abandonado por el gobierno de Pinochet. A partir de 2018, Chile es el país más conectado a Internet de América Latina, con un estimado de 12 millones (70% de la población) de usuarios 4G. Además, más del 80% de los chilenos tienen al menos una cuenta de redes sociales. Pues, no sorprende que los chilenos comenzaron a publicar fotos y videos en sus cuentas de redes sociales a medida que el descontento público comenzó a crecer en octubre.
No estamos en guerra, estamos unidos
A medida que veíamos aparecer imágenes y videos en las redes sociales públicas, y también en nuestras bandejas de entrada privadas, decidimos adoptar un enfoque intencional para comprender lo que estaba sucediendo. El martes 22 de octubre, ambos colocamos la siguiente solicitud en nuestros muros de Facebook, cuentas de Twitter y feeds de Instagram:
Amigxs chilenxs: ante la situación que están viviendo y el deseo de hacer algo constructivo a la distancia, queremos elaborar una publicación bilingüe que exponga las realidades que no se están dando en las cadenas nacionales. Esto también servirá de registro ya que se sabe que mucho de este contenido se está borrando. Invitamos a todxs lxs que quieran a contestar la siguiente pregunta: “¿Qué quieren que se sepa en extranjero?” Lxs invitamos también a adjuntar imágenes, videos, audios, memes, y otro contenido que dé a conocer estas realidades. Se respetará el aninomato de quienes participen.
Configuramos una cuenta de correo electrónico separada para recopilar el contenido y publicamos la dirección con nuestra solicitud. Durante dos semanas, solo se envió un correo electrónico a la cuenta, que simplemente preguntaba:”Por favor, confirme que está recibiendo videos. Gracias por la ayuda.” Respondimos afirmativamente, pero nunca recibimos ningún video de esta (o cualquier otra dirección)
En cambio, amigos, antiguos colegas y conocidos comenzaron a enviarnos videos, audio, e imágenes a nosotros directamente, a través de mensajes de Facebook Messenger, Whatsapp, e Instagram. También, tuvimos amigos que nos etiquetaron en videos que publicaron en sus muros públicos de Facebook y mandar enlaces a páginas de google drive lleno de videos de protest. Como resultado de las elecciones particulares que los Chilenos tomaron sobre los modos público/privado y identifiable/anónimo de compartir información, comenzamos a interesarnos por lo que se compartía como publicaciones masivas en Facebook en comparación con lo que las personas decidian compartir a través de mensajes directos.
Los dos hemos pasado bastante tiempo en Santiago, de modo que la mayoría de lo que recibimos vino de la gente en la región metropolitana. Dado el tiempo que también pasamos en Arica, Iquique y La Serena, también recibimos algunos mensajes de gente en estos lugares. Nuestro informe aquí está basado en los mensajes de la gente en Santiago, pero también incorpora otros áreas del país.
Vimos una tendencia de que los videos colgados en los muros de Facebook e Instagram parecían mostrar una perspectiva más positiva: representaban una protesta pacífica y llamaban a la unidad “No estamos en guerra, estamos unidos.”
Advertencia: A continuación hay varios ejemplos de archivos activists, almacenados en Google Drive. Partes de este contenido es fuerte, y muestra violencia de parte de la policía y las fuerzas armadas, y sus consecuencias. Si quiere saltar esta sección, puede retomar la publicación en el titular “#LoQueNoMuestraLaTele”
Mientras algunos de los mensajes privados contenían enlaces a vídeos de circulación masiva, muchos vídeos enviados vía mensaje directos grababan escenas de violencia y destrucción. Estos vídeos mostraban estaciones de metro y vehículos quemados, multitudes furiosas y brutalidad policial, por ejemplo, un manifestante siendo llevado a un jardín al que deliberadamente se le dispara en la pierna, luego detenido mientras se retorcía de dolor. Los dos recibimos un vídeo que visualmente, simplemente enfoca la acera, pero el audio graba gritos atribuidos a alguien que está siendo físicamente torturado en la estación de metro Baquedano.
#LoQueNoMuestraLaTele
Esta diferencia en los tipos de videos que recibimos en privado, en lugar de publicarlos, indica una comprensión particular de los usos de la comunicación basada en Internet. De hecho, parece indicar ansiedad producto de la comunicación digital, relacionada con su potencial efímero, una deficiencia que solo puede remediarse compartiendo y archivando ampliamente a través de las redes sociales diversificadas por todo el mundo.
El Internet ciertamente nos da una manera confiable de comunicarnos con una audiencia amplia para demostrar lo que está sucediendo. Sin embargo, la vaguedad de colocar algo para ser visto sin un receptor/espectador específico ha estimulado la táctica de enviar medios a individuos específicos y conocidos.
Los medios enviados a personas específicas como nosotros parecen actuar como una especie de memorización de lo que está sucediendo en Chile. En particular, las llamadas que recibimos de “guarda esto, porque se está borrando” describe un proyecto de archivo que sin duda se relaciona con la eliminación documental que estuvo siempre presente durante la dictadura de Pinochet. Las personas desaparecidas, los documentos destruidos, existen como lagunas, una falta de archivo de atrocidades que abrumaron al país durante muchos años. Al ver las prácticas actuales de los medios a la luz de la historia, vemos ansiedad y sospecha en torno al archivo institucional. Podemos pensar en estos mensajes privados como análogos al trabajo de memoria personal en el cual individuos y grupos pequeños realizaron durante y después de la dictadura.
Los videos en los muros de Facebook e Instagram crean un sentido de unidad y esperanza, como si dijeran: “Estamos juntos en esto y podemos hacer una diferencia.” Muestran lo que los medios alineados con los intereses estatales y de la élite no hacen, como lo indica el hashtag #LoQueNoMuestraLaTele. Pero los videos enviados en privado ilustran la necesidad de preservar la información. Estos no son videos para el pueblo. Otros chilenos no necesitan ser influenciados. También están en la calle protestando o dando a conocer sus quejas de otras maneras. Incluso aquellos chilenos que generalmente se distancian de la política están tomando activamente las calles y las transmisiones en video. Al igual que en 1973, no era la gente chilena la que necesitaba ser convencida. Después de todo, habían elegido y apoyado a Allende, a pesar de los devastadores embargos. Más bien, la esperanza recae con atención desde fuera del país. Por lo tanto, la pregunta “¿Qué les gustaría que supieran los que están fuera de Chile?” Invita a respuestas diseñadas a preservar la información que es frágil, que probablemente desaparecerá, en peligro de borrarse e importante para incitar el apoyo externo.
“La Protesta Más Grande de la Historia Chilena”
Después de una semana de una de las manifestaciones más constantes y violentas en nuestra memoria, cubriendo el largo de todo el país, el viernes 25 de octubre, más de 1 millón de Chilenos se juntaron en la Plaza Italia — el punto tradicional donde empiezan las protestas Chilenas — para lo que pronto se convirtió en “la manifestación más grande en la historia de Chile.” Imágenes mostraban a la multitud ocupando la plaza entera, las calles alrededor e incluso continuaba a través del río Mapocho el cual pasa por la ciudad. El tamaño de la manifestación ha sido clave para el continuo marco del movimiento, #ChileDespertó o #ChileWokeUp. La presencia de más de un millón de manifestantes en una misma ubicación — en un país con una población de más de 17 millones de personas — otorga credibilidad a la idea de que Chile, y no solo un pequeño grupo de rebeldes, ha despertado.
Además, las redes sociales tuvieron un papel crucial en este encuadre, alterando las limitaciones físicas de la Plaza Italia, permitiendo a aquellos que no estaban físicamente presentes experimentar el sentimiento de “estar ahí”, así como transmitir la idea de un frente unido de Chilenos, tanto dentro como fuera de la capital, que estaban observando y participando en una demostración sin precedentes de indignación y solidaridad ciudadana. Este sentimiento de conexión entre la población física y virtual contribuyó al crecimiento de protestas simultáneas en regiones, previniendo que el gobierno de Piñera continuara alegando que las manifestaciones eran, de algún modo, incidentes aislados que serían apaciguados por la derogación de la controvertida subida de tarifas. La manifestación del sábado dejó en claro que los activistas no estaría satisfechos con gestos simbólicos de capitulación a las demandas de las protestas, sino que solo se verían satisfechos a traves de profundos cambios estructurales.
¡No abraces a los pacos!
Al mismo tiempo que se compartieron videos de policías y militares reprimiendo las protestas de manera violenta y posiblemente ilegal, muchos chilenos han utilizado las redes sociales para exponer el papel de los agentes encubiertos en los incendios, el vandalismo de la propiedad y el fomento del saqueo, acciones por las cuales el gobierno de Piñera había insistido en culpar a los manifestantes mayoritariamente pacíficos. Pero Piñera se ha visto obligado a reconocer el hecho que estas tácticas no son tan confiables como los fueron antes. Al no haber logrado convencer al público general con tácticas basadas directamente en el libro de jugadas de Pinochet: bloquear la llegada de productos básicos a los supermercados, prender fuego a las estaciones de metro más importantes de la ciudad y atribuir el ambiente de disturbios civiles a la ola de venezolanos (y por lo tanto, supuestamente comunistas) inmigrantes que han hecho de Chile su hogar en los últimos años, la policía y las fuerzas armadas comenzaron a tomar un rumbo diferente.
Durante el fin de semana comenzaron a surgir imágenes de oficiales que bajaban sus armas, abrazaban a los manifestantes y se involucraban en comportamientos que podrían desdibujar la línea entre los dos lados de la lucha. Tan rápido como esto comenzó, los activistas en línea comenzaron una campaña agresiva para disuadir al público de ser engañado por estas fotografías, sugiriendo que el gobierno de Piñera estaba mostrando intencionalmente estas imágenes en un esfuerzo por dar la impresión a los chilenos y al mundo de que las cosas habían “vuelto a la normalidad”. El estado de excepción fue revocado el lunes 28 de octubre, eliminando efectivamente a los militares de las calles y Piñera reemplazó una parte importante de su gabinete. No obstante, los chilenos se han mantenido abrumadoramente firmes en su negativa de aceptar lo que ven como distracciones de los problemas estructurales de corrupción y abuso en el centro de la indignación pública. Al momento de escribir este artículo, las protestas continúan diariamente en todo el país, con temas como la reforma de las pensiones, el aumento del salario mínimo y un plebiscito constitucional destinado a reemplazar finalmente la Constitución que fue escrita en el tiempo de Pinochet. Chile es el único país del mundo en preservar una Constitución escrita por un dictador y los activistas han pedido al gobierno que corrija este problema, una demanda que ha caído en oídos sordos hasta el comienzo de la última ola de protestas.
Conclusión
A medida que continuamos recibiendo videos y viendo informes oficiales de noticias chilenas sobre la crisis en este momento, nos llama atención a la importancia que ambas partes dan a la habilidad de controlar los mensajes de los medios. Así como los economistas de Pinochet intentaron usar programas de televisión como “Libre para elegir” para obtener el consentimiento público para su política, los medios de comunicación son un parte crucial en los intentos de Piñera de ganar legitimidad internacional. Su discurso viaja por todo el mundo a través de los medios de comunicación mientras que los chilenos promedio se conectan directamente con amigos y conocidos. Activan diversas redes sociales por todo el mundo para preservar las evidencias de abuso. Ayer, 12 de noviembre, mientras terminábamos esta publicación, un paro nacional reactivó esas redes, y con mucha ansiedad nos pegamos a las noticias para saber cuál sería la respuesta del presidente.
Los chilenos conocen bien los últimos 50 años de la historia de su país. “Ni perdón, ni olvido” sigue siendo un mantra importante sobre la dictadura de Pinochet. Sin embargo, la memoria es frágil y puede corromperse. Con esto en mente, las redes sociales ofrecen una forma alternativa de memoria, (con suerte) menos vulnerable a la destrucción, y ciertamente un modo a través del cual el pueblo puede tener una mano activa en la construcción de la narrativa.
Agradecemos a Keerthi Martyn por la traducción de este texto, y a Cristian Schlick por la edición.
Referencias
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