Hay Pájaros en el Alambre
En el argot mexicano, hay pájaros en el alambre es una expresión que indica que una conversación privada está bajo riesgo de ser escuchada por terceros. En el mismo argot, a tales terceros se les llama orejas; a su labor, escucha. Hay pájaros en el alambre puede abarcar desde tías que escuchan una conversación desde otro cuarto de la casa hasta un teléfono intervenido por una agencia estatal. En el lenguaje cotidiano, esta frase apunta al conocimiento y a la expectativa cultural de este tipo de vigilancia. Si en una conversación alguien dice que hay pájaros en el alambre, se espera que sus interlocutores tengan cuidado con sus palabras; no que los pájaros se vayan. Se podría decir que inspira más a la autocensura que a la expectativa de privacidad.
En esta entrada, busco mostrar cómo instancias particulares de vigilancia diaria en México dicen algo sobre el trasfondo cultural en el que ocurren. Las maneras en que se adquiere y opera las tecnologías para la vigilancia, frecuentemente en pos de la seguridad, contribuyen al establecimiento de una cultura donde se normaliza las violaciones de la privacidad. Sin embargo, este fenómeno no está libre de tensiones; el alto costo social de los esfuerzos de vigilancia se visibiliza, y sectores de la sociedad civil se organizan en contra del status quo sociotécnico que emerge. También abarco maneras en las que estos desarrollos han tenido un impacto más allá de las fronteras mexicanas, en el mercado global de tecnologías de la vigilancia, así como en el movimiento internacional por el derecho a la privacidad.
Mi investigación se enfoca en las maneras en que países como México, con poder de adquisición relativamente alto y con pocos contrapesos para la vigilancia, se convierten en financiadores centrales y en primeros consumidores de algunas de las tecnologías más invasivas a nivel global. Los métodos etnográficos están bien posicionados para explorar preguntas apremiantes: ¿Cómo es que la vigilancia se normaliza en la vida diaria, co-creando las condiciones sociales y políticas que permiten el avance de tecnologías de la vigilancia que tal vez habrían sido demasiado controversiales en otros contextos? ¿Qué significa luchar contra la vigilancia en lugares donde se espera y acepta?
David Murakami Wood, experto en estudios de la vigilancia, nos recuerda que “mientras que la vigilancia se involucra con procesos de la globalización, al mismo tiempo no es necesariamente la misma ‘sociedad de la vigiliancia’ que uno ve en distintos lugares y a distintas escalas” (2009). El uso de tecnologías de la vigilancia en México, ya sean importadas de otros países o creadas localmente, es una instancia de un fenómeno global, único en sus maneras de contribuir a un mercado que va más allá de las fronteras del país. Si se puede entender la vigilancia a través de los marcos teóricos de “sociedad” en sociología y “sistemas sociotécnicos” en CTS, la cultura de pájaros en el alambre en México se puede prestar al estudio antropológico.
Las representaciones de la vigilancia en la publicidad y la cultura popular parecerían crear una estética. Los vendedores de tecnologías biométricas ilustran sus productos con imágenes de polígonos faciales trazados con líneas, acompañadas por imágenes de bases de datos, texto en neón sobre un fondo negro, que buscan animar la idea de identificaciones “certeras.” En la realidad, lejos de la máquina de relaciones públicas, la vigilancia biométrica se ve como la entrada para trabajadores ilustrada en la figura 1. Se trata de una estación de identificación biométrica en la entrada de un residencial de lujo en la Ciudad de México. Trabajadores de reparto, limpieza y de otros servicios hacen fila frente a ella y se descubren las caras para fotografiarse y pedir acceso. Este residencial en particular no muestra el aviso de privacidad requerido por ley en México,[1] tal vez asumiendo que quienes ahí trabajan no rechazarán la recolección de sus datos personales.
Los residentes de éste y otros condominios de lujo tienen accesos separados, donde la identificación biométrica se usa de maneras distintas a la que usan para trabajadores. En vez de tener que descubrirse el rostro y sonreír para una cámara, los residentes presionan sus huellas digitales contra un lector para abrir las puertas de entrada. Sin embargo, en este caso, el vendedor del sistema anuncia en su sitio web otro uso para el reconocimiento facial: las “visitas VIP” pueden tener acceso preferencial mediante el reconocimiento facial, “sin la necesidad de interactuar con personal de seguridad.”
Legados de la Vigilancia de Estado
Junto a su uso cotidiano, pájaros en el alambre se refiere al panorama amplio de vigilancia en México; es en tal contexto que servidores públicos y políticos ven permisible la adquisición de tecnología para vigilar a disidentes, tal como lo hicieron a lo largo del siglo XX. Los historiadores Sergio Aguayo Quezada (2001) y César Valdez Chávez (2021) publicaron los recuentos más completos de las instituciones de la vigilancia mexicana del siglo XX, describiendo los orígenes del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación, así como de la Dirección Federal de Seguridad, la policía secreta de México. Sobre ésta última, Aguayo Quezada analiza las tácticas y los artefactos que fueron utilizados para vigilar disidentes. Hacia 1965, la censura o intervención telefónica había evolucionado para convertirse en una operación que tenía al menos 177 teléfonos estratégicamente intervenidos en la Ciudad de México. El gobierno también hacía inspección de cartas privadas y telegramas con la cooperación de los servicios de inteligencia y el Servicio Postal Mexicano, la Compañía Mexicana de Telégrafos, y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. También había cámaras afuera de la embajada de la URSS y en otros lugares de interés estatal.
Una justificación frecuente para la actitud estilo pájaros en el alambre en distintos aspectos de la vida mexicana, incluyendo el manejo residencial, es la llamada “crisis de seguridad” (Benítez Manaut, 2009). El vendedor de tecnología de identificación biométrica para el residencial de lujo usa la seguridad como atractivo comercial para futuros residentes. El sitio web del vendedor dice: “¿Estás cansado de tanto robo y delincuencia en casa habitación? ¡Nuestro sistema no te dice cómo te robaron, lo evita!” Su solución, sin embargo, conlleva un alto costo para la privacidad, ya que opera sin transparencia sobre la custodia de los datos personales que recolecta. Este caso del residencial de lujo en México funciona como una materialización local de las tensiones vistas a nivel global entre la seguridad y el derecho a la privacidad (Landau 2010; Monahan 2010; Zureik and Salter 2013).
¿Seguridad para Quién?
En mi trabajo de campo he encontrado que estas tensiones estallan en el centro de la cultura de pájaros en el alambre en México. Por una parte, uno puede ver los signos del éxito de la industria de la seguridad privada en cada letrero de alerta de videograbación en residencias y tiendas. El uso de cámaras es tan extensivo que, en una conferencia de prensa de 2019, el director de la Agencia Digital de Innovación Pública de la Ciudad de México anunció un programa que permitiría conectar las cámaras de seguridad privadas de negocios al Centro de Comando y Control que administra la vigilancia en la ciudad. En la misma conferencia de prensa, la entonces alcaldesa de México (y ahora Presidenta electa) Claudia Sheinbaum anunció planes de renovar y aumentar 18,500 cámaras de videovigilancia en la ciudad, equipándolas con mayores capacidades (Gobierno de la Ciudad de México 2019).
Por otra parte, el aumento de la vigilancia recibe críticas. Las madres buscadoras, familias organizadas de víctimas de desaparición forzada, han denunciado en múltiples ocasiones que las grabaciones de cámaras de seguridad en espacios públicos rara vez ayudan en las investigaciones sobre el paradero de sus familiares, llevándoles a adquirir su propio equipo como drones para encontrar fosas clandestinas (Osorio, 2024). En 2021, el medio de tecnología Rest of World publicó una investigación de Madeleine Wattenbager titulada “Donde funcionan las cámaras de vigilancia pero la justicia no,” contando historias sobre cómo las cámaras habían fallado en su promesa de traer justicia a las víctimas del crimen en la Ciudad de México.
Las dudas sobre su efectividad se suman al costo de las tecnologías de la vigilancia en un contexto en el que constantemente se roba o filtra datos personales para su venta en internet. En 2016, el partido político Movimiento Ciudadano subió una base de datos del Registro Federal de Electores, sin protección alguna (Expansión, 2016). En 2021 un hacker ofreció a la venta las bases de datos de dos bancos y del Instituto Mexicano de Seguridad Social en un foro, un mes después de haber también ofrecido los datos de 60 millones de usuarios de la compañía de telecomunicaciones Telcel (La Silla Rota, 2021). La vigilancia y la recolección masiva de datos personales en México tienen que enfrentar esta realidad: las filtraciones de datos no son eventos abstractos a contemplar en análisis de riesgo hacia el futuro, sino violaciones concretas al derecho a la privacidad que ocurren con demasiada frecuencia.
El contexto nacional amplifica esta tensión vista en la vida diaria. Las adquisiciones tecnológicas contemporáneas del gobierno federal están al centro de la ideología de vigilancia para la seguridad. Mientras México lidia con una crisis de derechos humanos donde más del 95% de los crímenes quedan sin investigar (México Evalúa, 2022), la promesa de soluciones tecnológicas a la violencia encuentra terreno fértil y electores con disposición, creando la voluntad política y el financiamiento para algunos de los proyectos más siniestros. Recientemente, la así llamada guerra contra el narcotráfico “expandió el presupuesto militar, su tamaño, y su equipamiento” (Grayson, 2013: 68). Desde 2006, más de trescientos mil millones de dólares han sido asignados en el presupuesto de Estados Unidos para apoyar la lucha de México contra el crimen, y han sido utilizados para comprar aviones militares, software de vigilancia y otro equipo relacionado (Council on Foreign Relations, 2022).
Lo notable de este gasto, hecho en nombre de la seguridad nacional en México, es que sus alcances también afectan a disidentes alrededor del mundo. En 2011, la Secretaría de la Defensa aprobó un contrato para importar el ya infame malware Pegasus, producto de la compañía israelí de ciberarmas de guerra NSO Group. Mucho antes de la fama mundial de Pegasus, el gobierno mexicano se convirtió en el primer cliente de NSO Group a nivel internacional (Kitroeff y Bergman, 2023). Este contrato inicial proveyó los fondos necesarios que “más o menos lanzaron a NSO como una compañía viable” (Richard y Rigaud, 2023).
La pregunta que surge en lo micro y en lo macro es: ¿Quiénes se espera que sean los beneficiarios de esta seguridad creada por tecnología? Si las víctimas de los crímenes más atroces en México no ven los beneficios de la vigilancia, y los costos suben con cada filtración, ¿entonces a quiénes sirven estas tecnologías? Como están las cosas, parecería que es más fácil seguir contestando a quiénes no les sirven. Las cámaras de seguridad no les sirven a las madres de víctimas de desaparición forzada, ni a otras víctimas del crimen. De manera similar, Pegasus no promueve los intereses de uno de los grupos bajo mayor peligro en México: las y los periodistas practicando en “el país más letal para el periodismo” en el hemisferio oeste (Committee to Protect Journalists, 2023).
Resistencia ante los Daños de la Vigilancia
Pegasus y otras formas de tecnología de vigilancia adquiridas a nivel federal son parte del continuo de violencia perpetrada contra periodistas; revelaciones de 2020 confirmaron que el malware israelí Pegasus había sido utilizado contra Cecilio Pineda, periodista de Guerrero que fue asesinado en 2017 (Casals Martínez y Sánchez Pardos 2022). Desde 2016, ha habido evidencia amplia del uso de Pegasus contra periodistas, expertos en salud pública y activistas en México—tanta que las revelaciones de 2016 podrían ser entendidas como “el momento Snowden” de México, un punto de inflexión en el que medios y políticos denunciaron el uso ilegal y desproporcionado de la vigilancia.
Después de estas revelaciones, la cultura de la vigilancia de pájaros en el alambre se ha mantenido como el trasfondo para el discurso público, creando retos particulares para la sociedad civil que hace campañas a favor de la privacidad. ¿En qué consiste resistir contra la vigilancia en un lugar donde se espera que exista? En una entrevista, un oficial trabajando para el capítulo mexicano de Article 19, organización internacional por la libertad de prensa, me compartió sus ideas sobre las ventanas de oportunidad y las dificultades de hacer campañas contra la vigilancia:
Te puedo decir sobre la mayoría de la gente que si les preguntaras: ¿Crees que el gobierno espía ilegalmente a periodistas? La mayoría de la gente diría que sí. Y es bueno de cierta manera porque no tenemos que revertir esa percepción, que sería aún peor, ¿no? Habría sido peor que la gente dijera: ‘No, confío totalmente en el gobierno cuando dice que ya no espía’. Pero al mismo tiempo ha sido frustrante que la normalización lleva a la aceptación tácita de ese comportamiento, por lo que nuestras revelaciones sobre vigilancia de periodistas no tuvieron un impacto mayor.
El movimiento contra Pegasus en México significó una desviación de la narrativa de vigilancia normalizada en nombre de la seguridad sin importar los costos sociales. Cuando se documentó algunos de los primeros casos de ejecución remota de código con Pegasus en México, la sociedad civil ahí logró crear un foco de atención a través de medios internacionales y litigio estratégico, resaltando las maneras en las que el uso de Pegasus había sido ilegal, injustificado y dañino. Su activismo resultó ser clave para distintos impactos sociotécnicos con alcances alrededor del mundo: hoy en día, Apple notifica a usuarios atacados con Pegasus, y esta ciberarma en particular fue agregada a la lista de restricciones comerciales en Estados Unidos.
Algunas de estas victorias también pueden ser observadas en la vida diaria. Es cierto que, en mi trabajo de campo, vi tiendas de vigilancia, ferias de seguridad, y mercados de spyware. Mi cara fue videograbada por conductores cada vez que me subí a autobuses foráneos, y mis huellas dactilares quedaron registradas en los edificios donde entrevisté a individuos de alto perfil. Mi CURP está registrado en varios cuadernos de seguridad a lo largo del país, escrito por guardias de seguridad privada para condicionar mi acceso a edificios. Sin embargo, es en ese mismo contexto de vigilancia diaria que vi talleres llenos de activistas y periodistas que querían aprender a proteger sus datos y fuentes. Vi grupos de educación media aprender sobre protección de datos y el derecho a la privacidad. Vi conferencias de prensa y eventos donde se denunció la vigilancia injustificada.
De manera tal vez más importante, en la mayoría de los lugares a los que fui, aunque no haya sido el caso del residencial de lujo, vi avisos de privacidad. Siempre consistían de texto genérico en hojas impresas y colgadas en la entrada de distintos establecimientos, en cumplimiento de la ley de datos personales aprobada en 2010. Un servidor público del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos me dijo en una entrevista que esos avisos de privacidad son en sí un éxito de la privacidad en México, “una medida que restablece el marco de la protección de datos no sólo para un individuo sino para todas las personas que tienen que lidiar con una entidad que maneja sus datos personales.”
Tal vez podemos decir que es precisamente en el contexto de la vigilancia diaria más persistente que el derecho a la privacidad se vuelve más precioso; que hay algo en la cultura de pájaros en el alambre que resalta la importancia de disentir frente a la recolección de datos ilimitada. Las estructuras heterogéneas de vigilancia en distintos sitios en México sirven como trasfondo cultural al gasto público y privado en seguridad, y, por lo tanto, al financiamiento de tecnologías de la vigilancia alrededor del mundo. Es precisamente por eso, sin embargo, que el trabajo de campo etnográfico y la contravigilancia (en inglés counterveillance, Welch 2011) puede ser central para la exploración de las maneras en que la cultura de pájaros en el alambre sirve como trasfondo para su resistencia.
Si la experiencia post 11 de septiembre, post Snowden, post Pegasus de la vigilancia en México nos puede decir algo, es que el discurso de pájaros en el alambre es una historia sobre cómo la vigilancia se normaliza, pero también sobre las manera en las que el activismo por el derecho a la privacidad ha logrado tener éxito ante un fenómeno con aceptación cultural. Ésta es una lección para el movimiento internacional por el derecho a la privacidad, y en especial por la vigilancia necesaria y proporcional: incluso en lugares donde la vigilancia ha sido la norma, la resistencia organizada puede crear la fuerza no para cuestionar a los interlocutores en el alambre, sino para imaginar un mundo en el que un día los pájaros se irán volando.
Notas
[1] La Ley de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares requiere de los sujetos obligados, las entidades que manejan datos personales, que muestren visiblemente un aviso de privacidad en sus instalaciones. Entre otros elementos, el aviso debe incluir detalles sobre los tipos de datos que serán recolectados, quiénes tendrán acceso a ellos, y con qué propósito.
Agradecimientos
La autora quiere agradecer a Alex Rewegan, Chris Featherman, y Jessica Olivares por sus ideas y edición.
Esta entrada fue curada por el Editor Contribuyente Alex Rewegan.
Referencias
Aguayo, Sergio. 2021. La Charola: Una Historia de Los Servicios de Inteligencia En México. Grijalbo.
Committee to Protect Journalists. 2023. “In 10 days, 8 Mexican journalists abducted or shot at in 4 separate incidents,” 4 December. https://cpj.org/2023/12/in-10-days-8-mexican-journalists-abducted-or-shot-at-in-4-separate-incidents/
Benítez Manaut, Raúl. 2009. “La crisis de seguridad en México.” Nueva Sociedad 220:173-189.
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Grayson, George. 2013. “The Impact of President Felipe Calderón’s War on Drugs on the Armed Forces: The Prospects for Mexico’s “Militarization” and Bilateral Relations.” Strategic Studies Institute, US Army War College. http://www.jstor.org/stable/resrep11780
Kitroeff, Natalie, and Bergman, Ronan. 2023. “How Mexico Became the Biggest User of the World’s Most Notorious Spy Tool.” The New York Times, 18 April. https://www.nytimes.com/2023/04/18/world/americas/pegasus-spyware-mexico.html.
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